viernes, 11 de diciembre de 2009

La Espera

EL SUR, Concepción, jueves 12 de enero de 1989

La
narrativa penquista se ha hecho presente con un nuevo valor. Si en una ocasión anterior le dimos nuestros parabienes al profesor y novelista Andrés Gallardo, por sus Cátedras Paralelas y La Nueva Provincia, hoy debo expresar mi cordial adhesión al talentoso escritor y abogado Jaime Riveros Aedo. Ediciones Sur ratifica así otro logro en sus afanes editoriales, ahora en la Colección Narrativa.

Alentado tal vez por la hermosa presentación de la obra o quizás por las sugerencias del subtítulo, Adiós a todo eso, o quién sabe si por la íntima curiosidad de averiguar si de verdad hay arte narrativo en una región donde la poesía tiene buenos cultores o a lo mejor por todo eso junto, lo cierto es que leí las 168 paginas de esta novela, sin consideraciones de tiempo. cuando eso nos ocurre, es porque el libro es naturalmente bueno o muy bueno, como en este caso.

Apreciemos por qué. En primer lugar es fácil percibir en él, un carácter testimonial, que comienza por darle a su autor una condición protagónica, que lo transforma en testigo y analista de una época importante de nuestra historia. Algunos de sus méritos mayores son su capacidad para crear una sensación de suspenso; su facilidad para llegar comprensivamente al lector, sobre la base de un buen manejo del idioma y sobre todo la habilidad con que va colocando sus personajes en situaciones dramáticas.

Es evidente que aquí el narrador, funcionando como protagonista o como testigo, nos hace confidentes de sus ideas filosóficas, políticas o sociales, con absoluta claridad. ambientada, además la obra en dos ciudades de tan claras connotaciones políticas, como Santiago y Concepción, y comprometidos sus juveniles personajes con los diversos movimientos que generaban tal realidad, es obvio que hay una dinámica que hace ágil y atractivo su argumento. Por otra parte, este mismo argumento, con tan generosas motivaciones urbanas, no es ajeno ni a los sentimientos románticos ni a las consideraciones eróticas, con que muchas veces se enredan y comprometen las relaciones amorosas de los jóvenes protagonistas.

Quienes sobrellevan esta instancia son, por orden de aparición, Claudia, Ema y Nina, siendo esta última no sólo la de mayor presencia emotiva y sentimental, sino la de mayor capacidad revolucionaria e intelectual.

En resumen, La Espera es, sobra la base de todas estas estimaciones, una novela con capacidad de proyección, muestra digna y relevante de un momento histórico, que está culminando. Eso, al menos, esperamos, tal vez con el mismo optimismo que indica el editor en sus palabras de contraportada:

"Se dibuja así un mundo apunto de desvanecerse, en un convulsionado escenario político que, inevitablemente, mueve sus piezas para desembocar en el golpe militar de 1973. Viene entonces la ida del tre... y, en este otro tiempo, la hora de la espera también ha culminado. Es Sábado. El subtítulo, Adiós a todo eso, en definitiva, invita al lector a buscar sus propias respuestas".

Anhelamos que este primer éxito del joven abogado, nacido en Punta Arenas hace 43 años y radicado hoy en Concepción, prosiga con nuevas realizaciones, en beneficio de un genero que necesita la acción y el impulso de sus mejores cultores.

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