martes, 8 de diciembre de 2009

Nuevos Novelistas del Pais


Por Ignacio Valente

Diario El Mercurio

LA ESPERA

Jaime Riveros, Ediciones Sur, Concepción

1988, 172 paginas


Dos nuevos autores se incorporan a nuestra narrativa. Jaime Riveros (1946) escribe su novela primeriza La Espera a la manera de una morosa confesión. En el Chile de hoy un hombre solitario, una suerte de evadido del genero humano, un verdadero misántropo, recuerda en su cuchitril sus años pasados, mientras espera una hipotética mujer a la que ha lanzado el ultimo grito de socorro.


La espera dura tres días, y durante ese intervalo asistimos al flashback de los años que se fueron: años de estudio y militancia en el antiguo Pedagógico de Macul durante los revueltos días de la Unidad Popular: una atmósfera de euforia social no compartida por el protagonista: cambiar el mundo parecía a todos alrededor una empresa al alcance de la mano, si bien no a nuestro hombre, que descree de todas las causas. El clima es también sensiblemente erótico, y el solitario rememora -siempre en primera persona- su frustrado romance con Nina, una joven revolucionaria de la época. El ambiente estudiantil da comienzos a la década del 70 está trazado con rasgos vivos y frescos, y con una nostalgia que aflora a pesar de la buscada indiferencia afectiva del narrador. Las pasión por Nina comparte el mismo carácter directo y rejuvenecedor, si bien el punto de vista del relato es la sórdida tristeza del presente.


La soledad del narrador es tan hermética, y su decadencia humana tan sensible que recuerda al personaje de Dostoyevski en Apuntes del Subsuelo, como este último, nuestro protagonista y relator abomina de todos y de todo, está solo contra el resto del mundo, y afecta tratar mal tratar mal al propio lector, afirmando una y otra vez que no explicará tal cosa, que no contará tal otra, que escribirá solo lo que le venga en gana y cuanto le venga... Este carácter atrabiliario es, por supuesto, parte integrante de la ficción y funciona bien: contribuye a reforzar la energía de los recuerdos, casi siempre tétricos o escépticos, con la excepción de aquel dominio tan hermoso como trágico del pasado, que es su fallido amor por Nina. Esta es todo un personaje: el relato se ilumina y afiebra en cuanto aparece ella. La novela contiene también unja mirada oblicua y desencantada sobre el presente nacional, que parece invitar al escepticismo misantrópico, si bien las alusiones son mínimas: es cosa de atmósferas. El tono dominante -y el más logrado- se refiere al instinto de autodestrucción que domina al protagonista y narrador: todo un emulo de Dostoyevski.


Encontrar a Jaime Riveros en Concepción, donde vive, fue tarea ardua. Una vez que logramos comunicarnos con él nos habló de su novela, La Espera, y nos explicó que este libro era para él "como un bichito mío que anda caminando". Riveros 42 años, casado, tres niñas, tiene solo hijas mujeres. "Me faltaba un hijo y este libro es ese hijo y debe aprender a enfrentar el mundo", explicó. El escritor es abogado, y se dedica a su profesión además de escribir, "pero me gustaría entregar mi tiempo exclusivamente a la escritura, ya que eso me daría más tranquilidad para madurar lo que me interesa"


Reconoce que su libro muestra el lado amargo, las dificultades, los tropiezos que impiden el amor y la comunicación, que en el protagonista hay una esperanza muy leve, pero afirma que su esperanza en lo personal es mayor. "En La Espera hay dos esperas fundamentales: la perspectiva existencial de todo ser humando que tiene la esperanza de algo futuro que lo aleja de una situación pasada, y la espera en cuanto a un momento social, político y histórico que vive nuestro país. En este sentido creo que hay que hacer un esfuerzo por escuchar a la juventud que es la vertiente nueva", dice Riveros. El escritor se reconoce apacible, hermético, ensimismado, a diferencia del protagonista del libro, que es un personaje rabioso y rebelde, "en cuyo extremo se puede entrever la perspectiva de luces y claridades" su propia realidad.


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